sábado, 29 de enero de 2011

¡El abuelo nos va a enterrar a todos!

"Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle". Sócrates con esta frase, poco solidaria por cierto, nos hace ver su idea de que la salud se centra en conocer y evitar las causas que generan la enfermedad. Esta concepción, muy cercana a la medicina más ortodoxa, gira en torno a los procesos que dan lugar a la enfermedad, también llamados patogenéticos.
En contraposición encontramos los procesos favorecedores de la salud, que representan el tronco vertebral de un nuevo paradigma de la medicina, que investiga las fuerzas de autocuración del organismo humano y todo aquello que lo mantienen sano. Esta idea, denominada salutogénesis, es fundamentada por el médico y sociólogo Aarón Antonovsky en el final del siglo XX, cuando presentó el "sentido de coherencia", su teoría salutogénica como una orientación global de ver el mundo, afirmando en líneas generales que dependiendo de como las personas vean y afronten su vida, tendrán una influencia positiva en su salud, marcando desde entonces un nuevo rumbo para la salud pública del siglo 21. El trabajo de Antonovsky podemos decir que es una...
paradoja histórica en honor a las víctimas del Holocausto, ya que nos presenta y nos hace ver el nacimiento de una salud pública post-moderna y el marco salutogénicoa través de la experiencia de los sobrevivientes en las cenizas de la modernidad.

Y ahora es cuando entiendo muchas cosas especialmente cercanas a mí....
Mi suegro se levanta todos los días, haga el tiempo que haga, en torno a las cinco de la mañana, recorre unos tres kilometros a pie hasta una pequeña huerta que con mimo y esmero de amante cuida. Cultiva la tierra a la vieja usanza, manos encallecidas y tornosoleadas por el aire y el astro rey... como diria el poeta. Tiene sus dolencias, porque haberlas, haylas, pero con una sonrisa en la boca y sin perder "las chapetas" en el rostro. Pisa el médico... sí... sus vacunas, revisiones y demás. Disfruta de la familia, de sus amigos, de sus ratitos de televisión, de dominó y de conversación. Y a la mañana siguiente vuelve a salir para hacer su ruta diaria, no sin antes mirar hacia el cielo amenazante de lluvia y terminando de abrochar el último botón de su chamarra, mascullar entre dientes y con una sonrisa: "a mal tiempo buena cara" y bastón en mano poner en marcha sus ochenta años.... recursos de resistencia, diria Antonovsky, y "que el Abuelo nos entierra a todos"... le sumo yo.

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