Por: Sebastián
TORNERO PATRICIO
Aaron Antonovsky nació en Brooklyn (EEUU) en el año 1923. De ascendencia judía, tenía apenas 20 años cuando se unió a las tropas estadounidenses y vivió uno de los acontecimientos más crueles de la historia del ser humano: la segunda guerra mundial y el holocausto del pueblo judío. Sin duda, esta experiencia marcaría su visión de la vida.
Tras finalizar su servicio en el
ejército, Antonovsky regresó a EEUU para estudiar en la Universidad de Yale,
donde consiguió finalizar su PhD
en Sociología. El Mundo estaba en
ebullición cuando él iniciaba sus primeras investigaciones científicas. Con el
final de la segunda guerra mundial se produjo un punto de inflexión en la
reorganización mundial.
Además del inicio de la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética, y de la creación del Estado de Israel, nacieron nuevos organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre otras. El Mundo se preparaba para re-iniciarse.
Además del inicio de la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética, y de la creación del Estado de Israel, nacieron nuevos organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre otras. El Mundo se preparaba para re-iniciarse.
En
el año 1960, Antonovsky y su mujer decidieron emigrar al nuevo Estado de
Israel. Desde su creación, judíos de todos los países y culturas fueron
llamados a emigrar a Israel para crear, desarrollar y potenciar el nuevo
Estado, con el apoyo de la ONU y, sobre todo, de EEUU. Antonovsky se estableció
inicialmente en Jerusalem y comenzó a trabajar en el Instituto Israelí para
Ciencias Sociales Aplicadas y en la Universidad de Jerusalem-Hadassah. Pocos
años después de su llegada a Israel, y antes de su incorporación a la
Universidad de Ben-Gurion, publicó el artículo que le llevaría a
desarrollar posteriormente su teoría de la salutogénesis.
Según citan F. Rivera, P. Ramos, C. Moreno,
M. Hernán (Rev. Esp. Salud Publica, 2011), “Antonovsky
estudió a mujeres nacidas entre 1914 y
1923 en Europa central, algunas de las cuales habían estado internadas en campos de
concentración. Tal y como se esperaba, el grupo de
supervivientes de los campos de concentración exhibía significativamente más
signos de enfermedad en comparación con las mujeres del grupo
control. Sin embargo, hasta el 29% de las antiguas prisioneras alegaron
tener una relativamente buena salud mental, a pesar de
sus experiencias traumáticas (Antonovsky, Maoz, Dowty &
Wijsenbeek, 1971)”. Estos resultados llevaron al autor a plantearse una
pregunta que daría origen a su teoría de la salutogénesis: “¿Por qué las personas se mantenían saludables
a pesar de estar expuestas a tantas influencias perjudiciales?”.
La concatenación de argumentos que estimularon esta
pregunta ha dado como resultado una teoría promotora de salud basada en un
“planteamiento positivo” de la misma, en lugar de en el déficit de salud. Pero, ¿de qué hablaban las mujeres “antiguas
prisioneras” cuando decían tener una “relativa buena salud mental”? ¿Igualaba
Antonovsky los conceptos “buena salud mental” y “buena salud”? ¿Tenían aquellas
mujeres “buena salud” o bien lo que tenían era una “buena salud percibida”? ¿Podía Antonovsky extrapolar los resultados
de ese estudio al resto de la población sin equivocarse, teniendo en cuenta que
el nivel de estrés sufrido por esas mujeres era probablemente muy distinto al
que podríamos sufrir las personas en otros escenarios adversos?
La base del desarrollo de la
teoría de Antonovsky es el “sentido de la coherencia”, la
capacidad para hacer un buen uso de los denominados “recursos generales
de resistencia” (el dinero, el conocimiento, la experiencia, la
autoestima, los hábitos saludables, el compromiso, el
apoyo social, el capital cultural, la inteligencia,
las tradiciones y la visión de la vida). Es en definitiva, una
teoría basada en la salud mental, la madurez, la inteligencia emocional y la
capacidad personal para gestionar efectivamente acontecimientos estresantes. A
pesar de no ser una teoría novedosa (ya que unos 20 años antes la OMS lanzó su
nueva definición de salud como bienestar bio-psico-social), aporta un mayor
peso al componente psicológico y social como determinantes para la salud.
Las
experiencias vitales estresantes de Antonovsky, el momento histórico mundial
que le tocó vivir (coincidiendo con el inicio de su madurez personal y
profesional en el mundo de la Sociología Médica), y la disponibilidad de
recursos generales de resistencia, probablemente le llevaron a plantearse una
línea de investigación que no se derivaba necesariamente de los resultados del
estudio de las mujeres que habían sido prisioneras en los campos de
concentración nazi, sino de su experiencia vital previa. Sin embargo, ésta
supuso el punto de partida para su novedoso planteamiento de la salud: trabajar
por la salud desde el enfoque de los activos de salud (en lugar del
déficit) y desde la solución (en lugar del problema).
En
un Mundo en guerra donde el exterminio de una raza (la judía, la suya)
suponía el objetivo de un plan fríamente calculado por otra (la aria), era
lógico pensar que existía un déficit de coherencia a nivel
global, y que, por tanto, la solución debía partir de la corrección de
dicho déficit. Si éste hubiera sido el origen del planteamiento de
Antonovsky, podríamos concluir que el autor no solo utilizó el sufijo de la
palabra Patogénesis para denominar su nueva teoría, sino, que además, utilizó
su mismo razonamiento etiológico.
Luego
entonces, ¿fue Antonovsky el primer traidor de la salutogénesis?
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