Por: Begoña HERMIDA VAL
Dicen algunos que todo depende del prisma con qué
observes las cosas. Que esta diferencia de visión nos lleva a ver las
situaciones completamente distintas o extraer conclusiones totalmente dispares
según los planteamientos realizados y la forma de realizarlos.
Así, según sea
nuestra forma de comprender, manejar y dar sentido a los acontecimientos; nuestras actuaciones,
comportamientos y consecuencias de los mismos, determinarían el tipo y calidad
de vida de la que una persona dispone.
Estos tres
componentes, comprensión, manejabilidad y significatividad sirvieron a Aaron Antonovsky (1923-1994) para construir el modelo factorial de Sentido de la Coherencia (SOC) después de que en los años 70, con
sus investigaciones sobre el estado de salud de mujeres supervivientes del
holocausto nazi, comenzase a desarrollar el modelo salutogénico, el cual intervino rotundamente en el pensamiento de
los sanitarios y científicos del comportamiento para explicar los principios
fundamentales de la salud humana. A partir de esas investigaciones centradas en
formas innovadoras de observar los efectos que una barbarie bélica tuvo en las
personas, el modelo salutogénico comienza a surgir basándose en lo
siguiente:
·
El énfasis se hace sobre los orígenes de la salud y el bienestar
·
Preocupación centrada en el mantenimiento y realce del bienestar
·
La hipótesis de que los factores estresantes son intrínsecamente negativos
es rechazada en favor de la posibilidad de que los factores estresantes puedan
tener consecuencias saludables o beneficiosas, dependiendo de sus
características y de la capacidad de las personas para resolverlos.
Paralelamente,
identificó la resistencia o resilencia
como la capacidad de resistir o dar respuesta a los retos del ambiente que un
individuo, comunidad u organización posee. Esta capacidad de resistir o
adaptarse al medio la habían definido también otros autores como Dubos, en la
década de los cincuenta, o Piaget en los setenta del S. XX.
Tras sus
estudios, Antonovsky definió una serie de factores biológicos, materiales y
psicosociales que hacen más fácil a las personas percibir su vida como comprensible,
manejable y significativa. Los denominó como Recursos Generales de Resistencia (GRRs), incluyendo en esta lista:
el dinero,
el conocimiento y la experiencia; la autoestima, hábitos saludables, compromiso
y apoyo social, capital cultural e inteligencia, tradiciones y la visión de la
vida. Consideró entonces que,
si una persona dispone de este tipo de recursos tendrá más oportunidades de
enfrentarse a los desafíos de la vida.
Estos modelos y teorías desarrollados por Antonosvsky están influyendo
rotundamente en el desarrollo de las políticas y actuaciones de promoción de la
salud, así como a la adopción de la visión de salud positiva. Pero ha sido también
a partir de múltiples conferencias y declaraciones (como el Informe Lalonde
(1974), Alma Ata (1978), La Estrategia de “Salud Para todos en el año 2000” de
la OMS (1981), La Declaración de México de 2000); y, sobre todo, a partir de la I Conferencia
Internacional de Promoción de la Salud (Ottawa, 1986) cuando la Promoción de la
Salud se define “como el proceso que permite a las personas incrementar el
control sobre su salud para mejorarla” (OMS, 1986).
Ahora bien, tras este intento de
resumir lo más destacado para mí de la documentación y bibliografía consultada
en esta última semana, recuerdo un artículo que escribí para el blog “ex aequo et bono” sobre
inequidad en salud, donde presentaba la
historia de Hermelinda, una
joven que vive en la “Aldea de Hucula B, una pequeña localidad de
la provincia de Cabo Delgado, al Norte de Mozambique, donde tanto ella como sus
vecinos, viven de la agricultura de subsistencia así como del cultivo de
algodón, ……”. La historia de esta
joven, al igual que la de otros millones en todo el planeta, es que no dispone
de los promulgados GRRs que le permitan construir su experiencia “coherente” de
vida, que le permita tener más oportunidades para hacer frente a los retos y desafíos
de la misma y que, paralelamente, le permita desarrollar su mapa de activos pudiendo
generar salud frente a la prevención de la enfermedad y que le ayude a
desarrollar sus capacidades y habilidades para crear soluciones de salud más
efectivas en su vida y la de su familia.
Recordándola a ella, a su familia, a su comunidad, al sistema
y políticas de gobierno de su país, me pregunto ¿son estos modelos aplicables a
todos los contextos o, por el contrario, nos dedicamos a desarrollar teorías
“útiles” para “nosotros” (los países del Norte) sin tener en cuenta que, por
las características sociológicas, antropológicas, culturales, económicas, etc.
etc. en los países del Sur difícilmente serán aplicables? ¿No deberíamos “no
saltarnos etapas” y centrarnos en la aplicación de modelo de déficit (apoyado
en el de activos) para atender las prioridades más básicas en los contextos más
desfavorecidos? ¿Y a partir de ahí empezar a aplicar efectivamente los modelos
de activos?
Para la resolución de estas cuestiones y la aplicación
de modelos y políticas útiles para todos los seres humanos de este planeta, es
por lo que deberíamos seguir trabajando.
Imágen: "Freedom" by Vic https://flic.kr/p/9GHwzD (cc)
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