Lo bueno y lo malo cuando se convierten en hábito, siempre lo hacen desde muy temprano. La primera vez que hacemos algo, por regla general siempre resulta un poco incómodo. Pero si hacemos algo con la suficiente frecuencia y se convierte en hábito, entonces incluso la actividad más penosa puede convertirse en la más rutinaria normalidad. Así es como muchos de nosotros nos convertimos de la noche a la mañana en chofer de nuestros hijos.
Aunque no existen datos al respecto realizados en España los que se han llevado a cabo en Estados Unidos nos pueden dar una ligera idea de por dónde vamos. Además los que sobrepasamos el medio siglo de edad podemos echar mano de esa prodigiosa base de datos que es nuestra memoria. Sólo hace 40 años casi la mitad de nuestros niños se desplazaban a pie o en bicicleta a la escuela. Ahora, sólo el 13% lo hacen. La mitad de los restantes 87% son llevados a la escuela en coche. En 1969, eran tan pocos los niños que eran llevados a la escuela en automóvil que seguro que si en esa época de nuestra vida hubiésemos sido sus compañeros de aula, hoy probablemente recordaríamos quiénes eran. Ahora las cifras se han invertido casi exactamente, pero de forma tan gradual que ha sido casi imperceptible. Por cada niño de menos caminando por la acera, existe uno más anclado al asiento de un coche. Esta opción aparentemente parece ser la más segura… si… pero eso... aparentemente. Esos 13% de niños que hemos comentado que todavía se dirigen caminando o en bicicleta hacia sus colegios puede estar en mejor salud, y a seguro desarrollarán a largo plazo mejores hábitos saludables. El argumento de los padres/madres-chóferes radica en la seguridad y las distancias, y no estoy en contra, pero es cuestión de estudiar alternativas. En los EEUU casi uno de cada cinco niños de primaria es obeso. Hace treinta años, era sólo uno de cada 15. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.
¿Qué necesitamos en España para convertir la tendencia en una estadística ajena a nosotros y ayudar a nuestros hijos a convertirse en habituales caminantes y ciclistas?
Francesco Tonucci nos habla con mucha frecuencia sobre el tema. La ciudad construida pensando en los niños, es una ciudad para todos. Pero claro, nuestros pueblos y ciudades llevan siglos hechas. Pensar en cambios, en nuevas infraestructuras, carreteras y escuelas resulta un tanto complicado… o no. Las decisiones de planificación y política de los últimos 40 años, basadas en intenciones aparentemente racionales y loables han facilitado el construir el ambiente que precisamente no es el más idóneo… hemos claudicado ante ese distintivo de modernidad y estatus social que es el automóvil. Nuestras calles se han llenado de intersecciones infranqueables, largas distancias y edificaciones impersonales carentes de ventanas en las que encontrar una cara conocida saludando desde ellas. Un barrio que solía ser definido como el área de influencia de una escuela primaria única. Dedicamos todos nuestros recursos en la infraestructura física y olvidamos la infraestructura social. Una acera es más que un camino de hormigón. Para los niños, es el espacio donde se antaño se podía jugar-actuar con independencia. Es el lugar donde las diferencias entre el espacio público y privado empiezan a entrar en conflicto. Aceras, carriles bici, calles peatonales no sólo son buenas para nosotros físicamente, ya que al ser restringido su uso por los vehículos, minimizan los accidentes de tráfico, lo que significa una situación sana y segura, pero además ayudan a socializar, en definitiva mejora nuestra salud.
La infografía que podemos observar ofrece una instantánea a partir de 2009, pero no predice el futuro. Existen evidencias de que esta generación de niños se ha acostumbrado a ser transportados de un sitio a otro, hasta tal punto que el departamento de transporte de EE.UU. informó que entre 1988 y 2008 el número de jóvenes de 16 años que obtuvieron su licencia de conducir se redujo del 44,7% al 30,7%. En la actualidad muchos de estos adolescentes están tan cómodamente instalados en sus asientos de copiloto que no ven por qué tienen que conducir ellos mismos. Esto quizás sea un problema para las autoescuelas y el mundo de la automoción, pero para los que nos dedicamos a la promoción de la salud es una auténtica oportunidad de fomentar otro estilo de vida. No quieres conducir… bien… usa el transporte público… el planeta te lo agradecerá, pero si pueden decir "no, gracias, voy a caminar" será su salud la que se lo agradezca.
¿Cuántos de nuestros hábitos y valores, se remontan a nuestra infancia? ¿Cómo influyen en las decisiones que tomamos hoy en día? ¿Es lo que nuestros vecinos y compañeros hacen?
Mientras tanto hay quien se afana en buscar alternativas, soluciones sencillas, como la que han diseñado en los Países Bajos, una zona de Europa donde están bastante concienciados sobre el transporte a pedales. Me recuerda auqel troncomóvil de los Picapiedra, pero en versión higtech, tiene espacio para 10 niños y un adulto que es el encargado de conducirlo. Lo primero que podemos esperar es que ir al colegio por la mañana supondrá una aventura para los pequeños más divertida que el típico autobús, además de ejercitar las piernas y reducir los niveles de contaminación. Pero ya han salido los primeros detractores argumentando la seguridad, porque lógicamente van menos protegidos ante posibles accidentes, aunque dependerá del trayecto en sí mismo y de si se mueven por zonas con mucho tráfico o no.
En otros cuarenta años nuestros hijos serán los que tomen las decisiones. Van a ser los miembros del consejo escolar, de la asociación de padres y madres, serán arquitectos, diseñadores urbanos y como no, los políticos decisores del día de mañana, los que decidirán la forma de construir nuevos barrios, o remodelar los existentes. ¿Qué van a aprovechar para tomar decisiones acertadas? Yo espero que la educación responsable, coherente y con sentido que reciban... si no llegamos tarde... papá.
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